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Características físicas

Repartidas en una superficie de casi cuatro mil hectáreas, las quince lagunas que forman el Parque se suceden escalonadamente, formando cascadas y torrentes que van desde los primeros manantiales que brotan en la Laguna Blanca hasta llegar a las Lagunas Bajas y el Pantano de Peñarroya, que se encuentra al pie del castillo del mismo nombre.

La vida en este lugar de sorprendente belleza se sucede a lo largo de las cuatro estaciones del año con la armoniosa cadencia de una bien afinada orquesta.

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Primavera: En primavera, el exuberante colorido de una vegetación variada y abundante, recibe a las aves acuáticas que pasaron el invierno fuera. El agua, que alcanza en esta época su máximo caudal, fluye de una laguna a otra ruidosa y saltarina.

Verano: El verano es el momento ideal para que los amantes de los deportes náuticos puedan disfrutar con la práctica del piragüismo, la natación, el remo o la vela.

Otoño: Se puede recorrer a pie, en bicicleta o a caballo por las sendas que atraviesan el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, y descubrir a lo largo del otoño el irresistible atractivo que presentan sus escondidos parajes. Los suelos, alfombrados con hojas coloreadas con todos los matices del ocre, otorgan al paisaje un encendido contraste con el verdor eterno de las copas de los pinos y sabinas.

Invierno: Lejos de las urgencias y ajetreos de la ciudad, el invierno invita en el Parque al sosiego y a la tranquilidad que proporciona la contemplación de un paisaje intacto. A la caída de la tarde, la puesta del sol arranca de las paredes roqueñas asombrosos destellos rojos que se reflejan en la quietud de las aguas.